En 1868, Conan Doyle, con el apoyo económico de sus tíos, ingresó en la Escuela Stonyhurst Saint Mary's Hall. En 1876, comenzó una carrera de medicina en la Universidad de Edimburgo, donde conoció un profesor, el médico forense Joseph Bell, que le inspiraría la figura de un famoso personaje y su máxima creación, un detective inglés de finales del siglo XIX, que se destaca por su inteligencia, su hábil uso de la observación y el razonamiento deductivo para resolver casos extremadamente difíciles. ¿Aún no saben el nombre de este detective? Si mis apreciados lectores, Arthur Conan Doyle fue el creador del gran Sherlock Holmes.
En 1882, un antiguo compañero de clase, George Turnavine Budd, le ofreció trabajar con él en Plymouth, pero su relación con Budd fue difícil y terminó por establecerse por su cuenta en junio de 1882, ya con 23 años, en Portsmouth. Debido al poco éxito inicial, mientras no tenía pacientes, comenzó de nuevo a escribir. En 1891 se mudó a Londres para ejercer de oftalmólogo, pero ningún paciente entró a su clínica por lo tanto, le dio más tiempo para escribir.
Durante la Primera Guerra Mundial uno de sus hijos, Kingsley, murió por una neumonía que contrajo en la guerra, esto, le hace estrechar su vínculo con los círculos del Espiritismo, doctrina a la que dedicó mucho tiempo y energías, publicando además en 1926 History of spiritualism y defendiéndolo en sus numerosas polémicas, por ejemplo contra su propio amigo Harry Houdini.
Murió el 7 de julio de 1930, con 71 años, de un ataque al corazón, en Crowborough, East Sussex, en Inglaterra. Una estatua suya se encuentra en esa localidad donde residió durante 23 años. Fue enterrado en el cementerio de la iglesia de Minstead en New Forest, Hampshire.