Hoy nos remontaremos al 12 de mayo de 1889, San Juan, Puerto Rico. Ya casi llegaba a su fin la guerra hispano-estadounidense y la ciudad de San Juan estaba defendida por una serie de fortificaciones de los siglos XVI, XVII y XVIII. Eran el Fuerte San Cristóbal, el Castillo de San Felipe del Morro, el Fortin de San Antonio, la Bateria San Fernando, el Fuerte Santa Elena, el Fuerte de San Agustín y la Bateria de Santa Teresa. En total tenían 54 piezas de artillería distribuidas en 19 baterías. Además se contaba con 20 cañones de campaña. La guarnición, contando al Ejército, a los Regimientos de Voluntarios y otros cuerpos de reserva, ascendía a unos 18,000 hombres.
Ese día se presentó ante "la ciudad amurallada" una escuadra estadounidense formada por dos acorazados, el Iowa y el Indiana, el crucero acorazado New York, los monitores Terror y Amphitrite, los cruceros Detroit y Montgomery, y el remolcador Wonpatuk, con una fuerza total de 164 cañones. La flota, comandada por el almirante William Thomas Sampson, tenía por objetivo interceptar la escuadra que Pascual Cervera traía desde España.
El Iowa fue el primero en disparar y el Castillo de San Cristóbal fue el primero en responder. Fueron momentos de intensos disparos. Los barcos estadounidenses dispararon un total de 1,360 proyectiles, causando 7 muertos, dos de ellos soldados, y 57 heridos, de los cuales 39 eran soldados. Incluso el buque de guerra francés Admiral Rigaud, que estaba de visita de cortesía, fue dañado.
Las fortificaciones españolas realizaron 441 disparos, alcanzando al Iowa y al New York y causandoles 2 muertos y 7 heridos.
Luego de 2 horas y 19 minutos de intensos disparos, la flota estadounidense se retiró otogandole así la victoria a las tropas españolas