Era la madrugada del 18 de julio del año 64. Entre la tranquilidad de la noche, una voz destrozó el silencio, ¡FUEGO! Un enorme incendio habia iniciado en el Circo Máximo. Los intentos de sofocar el incendio no se hicieron esperar, pero el viento propagó el siniestro de tal manera que sembró el terror entre la población.
Inmediatamente le fueron a dar aviso al emperador Nerón, pero éste se encontraba de vacaciones en Antium, su ciudad natal, a 31 millas de distancia, por lo que les tomó día y medio en llegar a avisarle. Rápidamente, Nerón emprendió su viaje de regreso a roma, que le tomó día y medio adicional, así que el emperador llegó al tercer día del incendio.
El emperador envió a su ejercito a combatir las llamas, mas el siniestro parecía incontenible, y como si el incendio no bastara, Tácito registró en su libro XV, capítulo XXXVIII de los Anales de Tácito su narración del evento y detalló que había tambien unos numerosos grupos desconocidos que amenzaban a los que intentaban sofocar el incendio:
"Y nadie se atrevía a combatir el incendio ante las amenazas repetidas de aquellos que, en gran número, impedían apagarlo. Otros lanzaban abiertamente hachones, y gritaban que estaban autorizados a hacerlo, bien porque querían ejercer sus rapiñas con más facilidad, o bien porque efectivamente habían recibido ordenes"
El siniestro ardió por seis días incontrolablemente, y se propagó hasta el monte de Esquilino, donde finalmente lograron habilitar una zona abierta que sirvió como contrafuego. Fue entonces cuando se desató un segundo incendio en el barrio Emiliano, en una finca de Ofonio Tigelino, prefecto del pretorio y mano derecha de Nerón. El fuego arruinó la ciudad y dejó una estela de sospechas, que recayeron sobre Nerón, y este a su vez señaló a la entonces secta de los seguidores de Cristo, los cristianos.
De esas sospechas nacieron varias leyendas como la que hubica a Nerón en su balcón tocando la liara y cantando las ruinas de Troya, mientras observaba el incendio. Sin embargo cabe destacar que fue el mismos Nerón que alojó a los damnificados en edificios públicos, sus mansiones y sus jardines. Además favoreció la construcción de nuevas y mejores viviendas y abarató el precio del trigo para evitar una hambruna posterior al desastre del fuego.
Otra de las acciones que le ganaron sospecha a Nerón, fue que en el espacio liberado por las llamas hizo construir uno de los símbolos de su megalomanía, a saber, la Domus Aurea, la Casa de Oro, un palacio de proporciones desmedidas y de gran lujo que ocupó buena parte del centro de la ciudad.