Sabías que un día como hoy,
en 1499 se publicaron las primeras cartas geográficas de Américo Vespucio. En
1503 Cristóbal Colón arribó a las islas Caimán. En 1720, en Salamanca, España
se inicia la construcción de la Plaza Mayor. En 1869 en Estados Unidos se
terminó la construcción de la primera línea férrea que cruzó de costa a costa.
En 1960 el submarino atómico Tritón realizó la primera circunnavegación del
globo totalmente bajo el agua. En 1994, en Sudáfrica, Nelson Mandela juramentó
como presidente, siendo el primer negro en desempeñar el cargo. En 1995
representantes de los Gobiernos de Estados Unidos y Rusia debatieron el desarme
de ambas naciones. En 1838 nació John Wilkes Booth, actor estadounidense y
asesino de Abraham Lincoln. En 1955 Nació Mark David Chapman, asesino de John
Lennon.
Hoy me gustaría que nos
transportemos al 1933, en Berlín. Las autoridades alemanas nazis se esforzaban
por sincronizar organizaciones profesionales y culturales con la ideología y
política nazi. En línea con este empeño, Joseph Goebbels, Ministro Nazi de
Esclarecimiento Popular y Propaganda, empezó a esforzarse por alinear el arte y
la cultura alemana con los objetivos nazis. El gobierno purgó a las
organizaciones culturales de judíos y de otros oficiales políticamente
sospechosos o que representaban o creaban obras de arte que los ideólogos nazis
consideraban “degeneradas”.
En su esfuerzo para
sincronizar la comunidad literaria, Goebbels tuvo un fuerte aliado en la
Asociación de Estudiantes Alemanes Nacionalsocialistas. Los estudiantes
universitarios alemanes formaban parte de la vanguardia del temprano movimiento
nazi y, a fines de la década de 1920, muchos tuvieron cabida en los rangos de
varias formaciones de ese movimiento. El ultranacionalismo y el antisemitismo
de las organizaciones estudiantiles seculares de clase media habían sido
intensos y explícitos durante décadas.
El 6 de abril de 1933, la
Oficina Principal de Prensa y Propaganda de la Asociación de Estudiantes
Alemanes Nazis anunció públicamente una “acción contra el espíritu no alemán”
en todo el país, que tendría como punto culminante una purga literaria o la
“limpieza” mediante el fuego.
El 10 de mayo de 1933, en
un acto simbólico de ominosa trascendencia, los estudiantes universitarios
quemaron más de 25,000 volúmenes de libros “no alemanes”, presagiando un
período de censura estatal y control de la cultura. La tarde del 10 de mayo, en
la mayoría de las ciudades universitarias, los estudiantes de derecha marcharon
con antorchas en “contra del espíritu no alemán”. Los rituales programados
convocaban a altos funcionarios nazis, profesores, rectores y dirigentes
estudiantiles universitarios para que se dirigieran a los participantes y
espectadores. En los lugares de reunión, los estudiantes arrojaron al fuego los
libros saqueados y “no deseados” con gran ceremonia, con bandas musicales, y
los llamados “juramentos de fuego”. En Berlín, unas 40,000 personas se
reunieron en el Opernplatz para escuchar a Joseph Goebbels pronunciar un discurso
fogoso: “¡No a la decadencia y corrupción moral!” impuso Goebbels a la
multitud. “¡Sí a la decencia y la moralidad en la familia y el estado! Así
envío a las llamas las obras de Heinrich Mann, Ernst Gläser, Erich
Kästner.”
Este evento fue el símbolo
de la muerte de la razón. Irónicamente entre los libros quemados la obra del
poeta judío-alemán del siglo XIX, Heinrich Heine, que escribió en Almansor, su
obra de teatro de 1820-1821, “Ahí donde se queman libros se acaban
quemando también seres humanos”.