El tablero güija tiene un origen impreciso, situado en la moda espiritista que inundaba Occidente hacia finales del siglo XIX y se declaró a Elijah J. Bond como su inventor, William H. A. Maupin y Charles W. Kennard como titulares. No está claro si Bond o los titulares inventaron realmente algo o simplemente patentaron una de las muchas planchitas o tablas parlantes, para comunicarse con los espíritus, que circulaban por Europa y Estados Unidos.
En todo caso, Kennard creó la empresa para la fabricación del tablero y
comenzó a vender los primeros ejemplares en 1890. Kennard inventó
asimismo el nombre ouija, afirmando que era una palabra egipcia
que significaba mala suerte, lo cual no era cierto. Posteriormente la
patente fue vendida a William Fuld, antiguo empleado de Kennard, cuya
compañía comercializó el juguete hasta que Parker Brothers adquirió los derechos en 1966. Fue Fuld quien afirmó que la palabra ouija era una mezcla de los vocablos oui y ja, que significan ‘sí’ en francés y alemán
respectivamente. Lo que se ha demostrado completamente falso ha sido
que su origen se remonte a la época egipcia. Actualmente, otras empresas
comercializan este juguete con diferentes nombres.
Según sus partidarios, el tablero güija tiene como objetivo el contacto de las personas que participan en el juego con supuestos espíritus o "almas en pena", animales muertos, mascotas fallecidas, santos e incluso, aunque de forma menos frecuente, con extraterrestres.
En un experimento realizado por Larry Bayou,
en el cual los participantes no veían las letras que señalaban, no se
formó ni una sola palabra coherente en el tiempo que duró la prueba.
Esto demostraría que son los participantes quienes realmente crean las
palabras, ya fuera de manera voluntaria o inconsciente, y que por lo
tanto necesitan ver el tablero. Esto da pie a la teoría de la acción ideomotriz, es decir, el movimiento del vaso o pieza que sirva de marcador sería movida por pequeñas presiones de los dedos.