Era el séptimo día del mes quinto del año diecinueve del reinado de Nabucodonosor, en el calendario gregoriano sería 27 de julio de 587 a. C., era el tercer ataque que recibía la cuidad de Jerusalén y esta vez la ciudad ya había estado sitiada durante dos años.
El ministro de Nabucodonosor II, Nabuzaradán, quien también era el comandante de la guardia, fue a Jerusalén y le prendió fuego al templo, al palacio real y a todas las casas de Jerusalén, incluso a todos los edificios importantes. Entonces el ejército babilonio bajo su mando derribó las murallas que rodeaban la ciudad. Nabuzaradán además deportó a la gente que quedaba en la ciudad. Sin embargo, dejó a algunos de los más pobres para que se encargaran de los viñedos y de los campos.
Los babilonios quebraron las columnas de bronce, las bases y la fuente de bronce que estaban en el templo, y se llevaron todo el bronce a Babilonia. También se llevaron las ollas, las tenazas, las despabiladeras, la vajilla y todos los utensilios de bronce que se usaban para las ceremonias. Además, el comandante de la guardia se apoderó de los incensarios y de los aspersorios, ya que todo era de oro y de plata.
Este evento quedó registrado en los libros bíblicos de 2 de Reyes 25 y 2 de Crónicas 36.