El primer concilio de Arles condenó formalmente la herejía del donatismo. Comenzó como una solicitud por parte de los donatistas a Constantino el Grande para que revocara la decisión del Concilio del 313 de Lateran dirigido por el papa Melquíades. Este es el primer registro de una petición formal realizada por una facción cristiana al poder secular y concluyó de forma adversa para los donatistas, que acabaron convertidos en enemigos de las autoridades romanas. El Concilio de Arles fue el primer concilio convocado por Constantino y fue el predecesor del Primer Concilio de Nicea. Agustín de Hipona lo consideró Ecuménico.
Como resultado, se excomulgó a Donato y veintidós Leyes canónicas relativas a la Pascua, la residencia de los clérigos, la participación en carreras y luchas de gladiadores, bautismo de herejes y otros asuntos disciplinarios. Aquellos clérigos que hubieran entregado Libros sagrados durante las persecuciones serían depuestos, aunque sus actos oficiales seguirían siendo válidos.