Hoy, mis apreciados lectores, nos remontaremos al 1983, cuando en la Unión Soviética casi se desata una guerra termonuclear.
El sistema ruso de satélites de alerta temprana OKO funcionaba de manera distinta al DSP estadounidense. Mientras el estadounidense enfocaba directamente al suelo, el ruso tenía una órbita especial, similar a la de los satélites de telecomunicaciones Molniya, que enfocaba a la línea del horizonte, para detectar a los misiles conforme ascendían sobre la misma. A este tipo de órbitas polares, que se aproximan bastante a la Tierra en el hemisferio sur y se alejan de ella en el Norte, se les denomina genéricamente "órbitas Molniya". De esta manera, con un solo satélite se podía cubrir mucho más espacio y además era más difícil que reflejos o artefactos propios de la superficie o de la atmósfera terrestre produjeran falsas alarmas. Este método era mejor, más económico, más ingenioso y más difícil de inutilizar que el estadounidense.
Sin embargo, el 26 de septiembre de 1983, sólo 25 días después del derribo del Jumbo surcoreano por las Fuerzas Aéreas Soviéticas, con la dirigencia de la URSS aún convencida de que se trataba de un avión espía o de "tanteo de defensas", los satélites OKO detectaron súbitamente el lanzamiento de numerosos ICBM norteamericanos contra la Unión Soviética. Nada de análisis de los ordenadores: los satélites detectaban genuinas trazas térmicas de alta temperatura ascendiendo sobre el horizonte, y los ordenadores identificaron cinco de ellas como correspondientes a misiles balísticos intercontinentales Minuteman sin duda alguna.
Pues pese a todas estas evidencias, el teniente coronel Stanislav Petrov, del GRU, inteligencia militar soviética, en esos momentos al mando de Serpukhov-15, centro de mando de la inteligencia militar soviética desde donde se coordina la defensa aeroespacial rusa mantuvo la sangre fría y se negó a dar la alerta. Cuando le preguntaron después por qué no lo hizo, contestó simplemente: "la gente no empieza una guerra nuclear con sólo cinco misiles".
Resulta que aquel día se había producido una rara conjunción entre la red de satélites OKO, la Tierra y el Sol, coincidiendo con el equinoccio de otoño: el Sol se elevó sobre el horizonte en un ángulo tal que coincidía con el área tangencial de cobertura de todos los satélites que vigilaban los emplazamientos norteamericanos de misiles, y esto produjo en sus sensores señales térmicas espurias. Este efecto estaba previsto por los diseñadores del sistema, pero no está claro si Petrov era conocedor del mismo o no.
La decición de Petrov previno un ataque nuclear a los Estados Unidos y a sus aliados de la OTAN lo que hubiera resultado indudablemente en una guerra nuclear, o la tercera guerra mundial, y con esta, la muerte de millones de personas.
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