El síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica en la cual la víctima de un secuestro, o una persona retenida contra su voluntad, desarrolla una relación de complicidad, y de un fuerte vínculo afectivo, con quien la ha secuestrado. Se debe, principalmente, a que malinterpretan la ausencia de violencia contra su persona como un acto de humanidad por parte del secuestrador. Según datos del FBI, alrededor del 27% de las víctimas de 4,700 secuestros y asedios recogidos en su base de datos experimentan esta reacción.
El sídrome debe su nombre a un hecho sucedido el 23 de agosto de 1973 en la ciudad de Estocolmo, Suecia, cuando, con motivo del fallido asalto al banco Kreditbanken, el llamado robo de Norrmalmstorg, dos delincuentes mantuvieron, durante seis días, rehenes a cuatro de los empleados, tres mujeres y un hombre. A los tres días del inicio del secuestro, para evitar el uso de gases lacrimógenos por parte de la policía, los rehenes fueron obligados a ponerse de pie con sogas alrededor de sus cuellos, hecho que fue percibido por ellos como una amenaza real contra sus vidas.
Fuera del contexto criminal una forma de que el síndrome puede ocurrir es en el entrenamiento militar básico, en el cual este es una experiencia ligeramente traumática con la meta de formar ligas entre las unidades militares, que seguirán siendo leales entre sí, aún en situaciones de peligro de muerte.
La lealtad a un abusador más poderoso es común entre víctimas de abuso doméstico, los maltratados y el abusador de niños. En muchos casos las víctimas eligen seguir siendo leales a su abusador, y eligen no dejarlo, incluso cuando se les ofrece un lugar seguro en hogares adoptivos o casas de acogida. Este síndrome fue descrito por los psicoanalistas de la escuela de la teoría de las relaciones del objeto como el fenómeno de la identificación psicológica con el abusador poderoso.
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