En la madrugada del 17 de junio de 1972, Frank Wills, guardia de seguridad del Complejo Watergate de edificios, advirtió que alguien había penetrado en el edificio violando los controles de entrada. Llamó a la Policía tras detectar a los intrusos y minutos después cinco hombres fueron arrestados dentro de la oficina del Comité Nacional del Partido Demócrata, la sede del principal partido de la oposición.
El escándalo comenzó con el arresto de cinco hombres por el allanamiento de la sede del Comité Nacional del Partido Demócrata en el complejo de oficinas Watergate. Los cinco arrestados eran Virgilio González, Bernard Barker, James W. McCord, Jr., Eugenio Rolando Martínez y Frank Sturgis; todos, miembros de la Operación 40 de la CIA. Su líder, James McCord, era el Director de seguridad del "Comité para la reelección de Nixon", además de ser empleado del FBI y de la CIA, donde era el encargado de la seguridad física del Cuartel General en Langley; los otros cuatro hombres eran agentes de la CIA. Los cinco fueron acusados de intento de robo y de haber intentado intervenir las comunicaciones.
Nixon y su equipo conspiraron para ocultar el allanamiento sólo seis días después de los hechos.
Después de dos años reuniendo pruebas contra el entorno del Presidente, que incluía a miembros de su equipo testificando contra él en una investigación del Senado de los Estados Unidos, se reveló que Nixon tenía un sistema de grabación de cintas magnéticas en sus oficinas y que había grabado una gran cantidad de conversaciones dentro de la Casa Blanca. Estas cintas mostraron que había obstruido a la justicia e intentado tapar el robo. Estas conversaciones grabadas serían conocidas como "The Smoking Gun" ("la pistola humeante").
Tras una serie de batallas legales, la Corte Suprema de los Estados Unidos decidió de forma unánime que Nixon debía entregar las cintas; él al fin cedió.
Con la certeza de una acusación de parte de la Cámara de Representantes y de una condena en el Senado, Nixon dimitió diez días más tarde. Se convirtió así en el único Presidente estadounidense que ha renunciado al cargo.
Su sucesor, Gerald Ford, le concedería a Nixon un controvertido indulto por cualquier delito federal que hubiera cometido durante su mandato.
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